jueves, 4 de noviembre de 2010

Un favor

Se llama Soledad Rodriguez y es una amiga de la infancia que nunca terminó de aceptar el lúgubre hecho de cargar con ese nombre, abstracto en su totalidad. Digamos que es como una chica cualquiera. Una vez la escuché decir que su plan de vida es reproducirse y morir, porque los dos primeros, yala.
Hace poco menos de dos meses, ya resignada a cumplir las dos décadas de existencia y casi con la mitad de esa - llamémosle corta - vida sin tener contacto conmigo, se le dio por hacer una llamada.
Resulta que a Sol o Sole - para los amigos - no se le ocurrió mejor idea que mandarme sus escritos - sí, a mí, a la amiga que se cree escritorcita - para leerlos, corregirlos o, en su defecto, romperlos. Esto se trata de aprovechar oportunidades, señores. Por supuesto que le propuse un blog. Al principio se tocó de nervios. Al día siguiente, aceptó. La condición fue que yo lo administre - sí, de nuevo la escritorcita -. De esa manera no lo leerían sus conocidos. Todo bien hasta ahí, pero la pregunta del millón es: y yo, ¿qué gano? ¡Fácil pues! una buena nota - o por lo menos aprobatoria - en periodismo digital.


De modo que aquí, como diría Bayly, no hay poesía. Aquí nadie va a encontrar ni una prosa, ni en sueños un verso decente. Esto solo es una válvula de escape de una friend of mine. Después de todo, cualquier lágrima que me produzca este espacio, es producto de la imaginación y, desde luego, cualquier parecido con la realidad no es más que una mera y triste ficción. No hace falta explicar que firmar como Soledad Rodriguez mengua el roche de manera considerable.


Bienvenidos todos, esto es Soledad Rodriguez escribe.